Puerto Rico y su socialismo “light”

“No me da miedo el comunismo, porque en la práctica, es inviable que ese tipo de sistema se implemente en la isla. Sí me da temor que sigamos tolerando y consintiendo el diseño de socialismo liviano que impera en la isla, que luego de la quiebra del gobierno en el 2017, dejó de ser viable”, opina Gustavo Vélez.

El economista expresó preocupación por que se lleve a cabo un voto de castigo a los partidos tradicionales ante el deterioro de la calidad de vida del pueblo puertorriqueño y el malestar generalizado. (Carlos Giusti/Staff)

En las pasadas semanas, la discusión política ha girado en torno a la posibilidad de que un hipotético sistema comunista se instaure en la islacomo resultado de una posible victoria del candidato por la alianza entre el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), encabezada por Juan Dalmau. Luego de cuatro décadas de la caída del comunismo y del fin de la “guerra fría”, como resultado de la caída del muro de Berlín (1989), me parece surreal e inverosímil que el discurso político-electoral esté dominado por el miedo a una ideología fracasada y desprestigiada globalmente.

En nuestro vecindario, los regímenes que aún operan bajo algún tipo de sistema “comunista” son Cuba y Venezuela, y lejos de operar bajo un comunismo ortodoxo, tal y como lo idearon Karl Marx y Federico Engels en el siglo 19, son sistemas híbridos en los que existen empresas privadas y sus gobiernos son liderados por elites que controlan el aparato político con autoritarismo. Tanto en Cuba como Venezuela, podemos catalogar a esas burocracias a cargo del estado, como cleptocracias que se lucran de su control de gobierno en nombre del socialismo. Aún China, hace décadas, dio un giro hacia el capitalismo al permitir la iniciativa privada bajo control de un partido único, el Partido Comunista Chino.

Mientras, el otro caso es Corea del Norte, que posiblemente sea el último estado comunista puro que existe bajo la hegemonía que inició Kim Il Sung en la década del 1950 y que hoy continúa su nieto, Kim Jong Un.

Puerto Rico y su diseño socialista

Aún en los tiempos de la época dorada de la expansión comunista alrededor del mundo entre las décadas de 1940 y 1980, liderada por la antigua Unión Soviética (URSS), Puerto Rico no sucumbió hacia ese modelo político. Como resultado de la guerra fría, el gobierno de los Estados Unidos decidió convertir a Puerto Rico en una gran base militar y a la misma vez, implementó un experimento social y económico para frenar el avance del comunismo en la región. Así nació en el 1948, la “Operación Manos a la Obra” como la estrategia de industrialización ideada por un economista norteamericano, Rexford Tugwell, en la que el estado estaría a cargo de impulsar el desarrollo económico de la isla. En aquellos tiempos, ese modelo se conoció como capitalismo de estado, en el que el gobierno desarrollaba el marco institucional para promover las iniciativas económicas, la inversión y la generación del empleo.

Así nacieron las principales corporaciones públicas que lideraron el programa de desarrollo económico de Puerto Rico. Entre el 1950 y el 1975, el gobierno conceptualizaba, planificaba, financiaba y ejecutaba los proyectos trascendentales para pavimentar el despegue económico de la isla. En paralelo, el propio gobierno construía parques industriales para ubicar las fábricas que invitaba del norte bajo los esfuerzos de Fomento Económico. El diseño institucional y económico de Tugwell convirtió al gobierno en el epicentro de la vida económica del país, y la historia moderna de Puerto Rico se ha caracterizado por el protagonismo del estado, el gobierno y los políticos en la vida de todos nosotros.

En el fondo, desde mediados del siglo 20, hasta el presente, hemos consentido y tolerado un modelo económico, gubernamental y social, anclado en el gobierno como el líder y actor principal de la vida colectiva del país. En esencia, Puerto Rico lleva casi siete décadas bajo una especie de socialismo liviano. El problema es que ese socialismo recalentado vigente en Puerto Rico se subsidia con fondos federales y las altas contribuciones personales y corporativas.

Ese estado y gobierno omnipresente en la vida de todos nosotros es el principal empleador, hasta hace poco era el principal inversionista dentro de la economía, controla el sistema de permisos, administra los programas de incentivos, cobra impuestos excesivos a las empresas y los individuos, controla miles de millones en ayudas sociales para el 60% de la población dependiente, y diariamente interfiere con la vida económica de los ciudadanos y las empresas.

Ese mismo gobierno socialista liviano, tiende a favorecer exclusivamente a los del partido de turno, nada muy diferente a como operan los regímenes socialistas de Venezuela y Cuba que le proveen privilegios a los que se alinean a sus intereses. Los que no están alineados a las claques de los regímenes socialistas de la región, no solamente no juegan en la economía, sino que están en condiciones competitivas desiguales. Muchos empresarios cubanos y venezolanos han huido y encontrado refugio en Puerto Rico.

No me da miedo el comunismo, porque en la práctica, es inviable que ese tipo de sistema se implemente en la isla. No obstante, sí me da temor que sigamos tolerando y consintiendo el diseño de socialismo liviano que impera en la isla, que luego de la quiebra del gobierno en el 2017, dejó de ser viable.

Del socialismo liviano al libre mercado y un gobierno facilitador

Claramente, me preocupa que ante el deterioro de la calidad de vida del pueblo puertorriqueño y el malestar generalizado se lleve a cabo un voto de castigo a los partidos tradicionales. La pregunta es qué podemos comenzar a hacer diferente para que el ciudadano común y corriente comience a tener fe y esperanza en su economía, en sus políticos y sus empresarios. Bueno, podemos comenzar replanteando el rol histórico del estado y sustituir el protagonismo del gobierno, con un sistema de verdadero libre mercado, de libertad económica y de meritocracia, en el cual el gobierno sea un mejor facilitador de la iniciativa privada.

El gobierno y los partidos políticos no deben ni pueden seguir siendo los rectores principales de la vida colectiva en la isla. Transitemos del miedo a un pragmatismo que nos permita construir ese nuevo Puerto Rico.

Este artículo fue publicado originalmente en El Nuevo Dia.

Scroll al inicio