Inverosímil que luego de la quiebra gubernamental, el modelo de gestión pública y productivo de la isla sigue amarrado a un gobierno grande e intrusivo en nuestro quehacer cotidiano.
El abogado y politólogo chileno Axel Kaiser, considerado entre las voces más influyentes en temas económicos, dijo en una conferencia en la isla que en gran medida, el fracaso social y económico de Puerto Rico se debe precisamente a la falta de libertad económica. (Nahira Montcourt)
Recientemente, estuvo de visita en la isla el abogado y politólogo chileno Axel Kaiser, pensador, escritor, poseedor de una maestría en Inversiones, Comercio y Arbitraje de la Universidad Heidelberg en Alemania, entre otros títulos, considerado entre las voces más influyentes en temas económicos, particularmente en América Latina, y a su vez, defensor de la filosofía de la libertad económica. El colega habló a seguidores de esta línea de pensamiento, y dejó saber que, en gran medida, el fracaso social y económico de Puerto Rico se debe precisamente a la falta de libertad económica.
Inverosímil que luego de la quiebra gubernamental, el modelo de gestión pública y productivo de la isla sigue amarrado a un gobierno grande e intrusivo en nuestro quehacer cotidiano. De ahí que Puerto Rico, sea el lugar más pobre de Estados Unidos (40%), y tenga una economía que respira artificialmente gracias a las millonarias ayudas federales que recibe.
El fallo productivo y social de la isla ha condenado a cuatro de cada diez familias a vivir de forma permanente de ayudas sociales (estatales y federales) y la distribución del ingreso es la más desigual en toda la nación. Es bueno que una figura de la estatura mundial de Kaiser haya venido a Puerto Rico a repetir lo que aquí algunas voces llevamos tiempo planteando.
No obstante, del debate provocado por Kaiser, me surgen varias preguntas. ¿Estarán los empresarios dispuestos, listos para sustituir el modelo fracasado y sustituirlo por uno nuevo, fundamentado en la libertad económica? ¿Estamos dispuestos a enfrentar los costos y sacrificios que implica salir de la actual zona de comodidad para transitar a una nueva realidad anclada en el libre mercado de verdad? Eso implica ceder incentivos que distorsionan el mercado, eliminar subsidios, leyes protectoras y tratamientos especiales del gobierno hacia diversos sectores.
Si vamos a abrazar los valores de la libre empresa tenemos que abrirnos todos a competir en el libre juego de la oferta y la demanda, en donde la famosa “Mano Invisible” de Adam Smith es la que dicta las reglas. (Ver “La Riqueza de las Naciones”, 1776).
La raíz del problema es un modelo fallido
No hay que ser un erudito de la economía para concluir que la raíz del problema descansa en el origen histórico del diseño económico e institucional del Puerto Rico moderno. Todo comenzó con un experimento económico ideado por Rexford Tugwell (1941-1946), ex gobernador de Puerto Rico, y economista, y a su vez, el verdadero arquitecto del proyecto económico de la isla.
Como principal teórico de la política económica del “Nuevo Trato” bajo el gobierno de Franklin D. Roosevelt, Tugwell fue enviado a Puerto Rico, a ensayar y experimentar con sus ideas de carácter socialista y estatista en el contexto de las grandes dificultades que experimentaba la isla. Tugwell fue el gestor del andamiaje institucional que sirvió de apoyo al proyecto de industrialización conocido como “Manos a la Obra”.
Guiado por una visión conocida como “capitalismo de estado”, se encargó de poner en marcha el desarrollo económico de la isla, liderado por el gobierno. Es decir, ante la falta de un sector privado local fuerte y capaz de desarrollar la economía, el gobierno -mediante instituciones como la Administración de Fomento Económico, el Banco Gubernamental de Fomento y la Junta de Planificación- lideraron la transformación socioeconómica de Puerto Rico, entre las décadas de 1940 a 1970.
Entre el 1950 y 1976, el experimento pareció funcionar bien y Puerto Rico se proyectaba como la “vitrina de la democracia” y el ejemplo a seguir para otras economías en vías de desarrollo. Sin embargo, a partir de la década del 1980, el experimento económico comenzó a fallar y el gobierno se perpetuó como el epicentro de la actividad productiva de la isla. En algún momento en la década del setenta, la mala gobernanza sustituyó al buen gobierno.
Los gobernadores de turno, lejos de comenzar a retirarse de la vida económica y reducir su intromisión, afincaron su rol en la economía, aumentando agencias gubernamentales y la nómina, haciendo del aparato público un fin en sí mismo. Luego, llegaron el endeudamiento masivo y el aumento en impuestos para sostener la economía y justificar la presencia del gobierno grande. Así se fueron creando las condiciones para la eventual quiebra del estado y la sindicatura federal bajo la ley federal Promesa (2016).
Falta voluntad para implementar las reformas
A pesar de la quiebra y las condiciones que la generaron, la clase política se niega a reformar la economía y al propio gobierno. El apego al modelo viejo sigue intacto y no veo voluntad de cambio. La dependencia a los fondos federales prevalece sobre cualquier consideración a mirar otras rutas. Es obvio que, sin reformas económicas e institucionales orientadas hacia el mercado, el gobierno ni la economía serán viables. Eso lo sabemos.
Pero quizás haga falta una verdadera crisis fiscal y económica sin el suero de los fondos federales ni la protección de Promesa, para que entendamos que el actual espejismo no es viable y por ello, el pueblo debiera reclamar con firmeza reformas radicales.
This article was originally published in Spanish in El Nuevo Dia.