Erec Smith dice que lamentablemente demasiados activistas de la justicia social abrazan un fatalismo y un esencialismo racial que les impide ver cómo el individualismo podría avanzar su causa.
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No existe la panacea; pocas cosas son en sí mismas la panacea, especialmente cuando se trata de cuestiones sociales. Sin embargo, lo más parecido a una panacea para la injusticia social contemporánea –tanto real como percibida– es el concepto de individualismo. Es lo más parecido a lo que es, posiblemente, el aspecto más peligroso del activismo crítico por la justicia social: el fatalismo racial, es decir, la idea de que los grupos especialmente minorizados no tienen ningún centro de control y están a merced de sus opresores hegemónicos.
Por desgracia, demasiados activistas de la justicia social abrazan este fatalismo y, tanto implícita como explícitamente, demonizan el individualismo como un concepto inherentemente opresivo y supremacista blanco.
El fatalismo racial no puede existir sin la idea de que todas las personas de una raza determinada experimentan el mundo de forma similar (esencialismo racial), y que estamos definidos para siempre por nuestros entornos domésticos (destino vinculado), conceptos que no podrían ser más opuestos al individualismo. Así pues, abrazar el individualismo es renunciar a la fe en los fundamentos de la justicia social crítica.
Afortunadamente, cuando el individualismo destruye estos fundamentos impregnados de impotencia, da origen a la agencia y la libertad conducentes a una vida empoderada y plena.
Los aspectos más atroces del activismo crítico por la justicia social –al que ahora se alude con ironía y/o desdén como activismo "woke"– pueden considerarse notas a pie de página del fatalismo: el color de la piel y/o el género determinan si eres un opresor perpetuo o una víctima perpetua; el racismo nunca desaparecerá y sólo puede gestionarse; los niños negros no pueden aprender matemáticas como los demás niños; todas las personas que tienen el mismo aspecto o viven en la misma zona están abocadas a una perspectiva particular y a un destino particular. Todo ello sugiere la "verdad" del esencialismo racial, que el racismo está siempre presente y que incluso las palabras, si proceden de un opresor, son violencia literal.
El poder de este fatalismo se ve debilitado por el concepto de individualismo metodológico, lo que puede entenderse como un abrazo al libre albedrío con el reconocimiento de que vivimos una existencia interdependiente, es decir, "ningún hombre es una isla".
En ensayos recientes, describo ese individualismo como un antídoto contra el esencialismo racial y el destino vinculado. En "El individualismo es una cuestión de justicia social", insisto en que la adopción del individualismo puede mejorar la justicia racial a través de su refutación implícita del destino vinculado y su contribución a la confianza defensiva.
En cuanto al destino ligado, escribo: "el destino ligado denota el uso de la posición social de un grupo como sustituto de la identidad individual, es decir, el destino de un individuo está inevitable e intrínsecamente ligado al del grupo. Cualquier individuo que parezca escapar a este destino se considera una excepción". El destino vinculado depende de la desacreditada teoría estímulo-respuesta de la ciencia del comportamiento: la idea de que las personas que comparten la misma raza o cultura experimentan el mundo de la misma manera. La apasionada refutación del senador Tim Scott del destino vinculado se centra en la idea de que la reforma educativa es lo que puede desvincular el destino de la manera más eficaz e inculcar un sentido de agencia en los estudiantes, un sentimiento elaborado por Ian Rowe.
La agencia, o "destino agencial", un concepto de eficacia individual que apoyo en "Dejando a un lado nuestros discursos fatalistas" (extraído aquí), "puede interpretarse como una confluencia de circunstancias preestablecidas –las experiencias vitales de uno– combinadas con el libre albedrío". Este concepto requiere la creencia de que "cada individuo en un contexto particular puede reaccionar a un estímulo de formas diferentes; que cada uno puede tener un estado futuro deseado diferente; y que sus decisiones y elecciones importan en relación con la consecución de esos estados futuros, entramos en un lugar de agencia, posibilidad y esperanza".
Esta agencia, posibilidad y esperanza implican el concepto de confianza defensiva al que hago referencia en un artículo reciente de Discourse. Si la gente tiene confianza defensiva –la confianza en que uno puede defender con éxito sus ideas en determinadas situaciones– es más probable que se comprometan con el mundo con más valentía como individuos no sujetos a un grupo e, irónicamente, es más probable que uno cambie de opinión precisamente por esta voluntad de comprometerse.
Estos conceptos sugieren los beneficios que el individualismo puede tener para un sentido de justicia social y, especialmente, para combatir el fatalismo del activismo por la justicia social. Los individuos pueden pensar de forma independiente, adaptarse a las circunstancias y, por tanto, ejercer más eficazmente el destino agencial y la confianza defensiva, garantizando así mejor un intento de comunicación por encima de las diferencias.
Lamentablemente, el concepto de individualismo es casi un anatema en los círculos de justicia social crítica, en los que se favorece la identidad de grupo y el individualismo se considera un concepto opresivo. El esencialismo racial, que implica conceptos como destino ligado y conciencia de grupo, es un concepto fundacional de la justicia social crítica que se opone diametralmente al individualismo.
El individualismo no sólo es lo mejor para curar los males de la injusticia social; también es, por naturaleza, la perdición de la ideología de la justicia social crítica. Por esta razón, tal vez el sinónimo más coloquial de "panacea", "bala mágica", sería más apropiado.
Este artículo fue publicado originalmente en Ingles en Cato At Liberty.