El voceo de la Ley

Thomas Hobbes no suele ser considerado un defensor de la libertad, ya que su obra Leviatán comienza con una interpretación individualista del ser humano y su conducta, pero concluye abogando por un soberano con poder absoluto. La falta de restricciones sobre el poder del soberano lo convierte en un referente poco adecuado para muchos amantes de la libertad; sin embargo, esta percepción popular de Hobbes no es universal en la academia.

Eruditos sobre Hobbes como Michael Oakeshott argumentan que en Leviatán se encuentra una importante expresión de la libertad humana y el individualismo. En su interpretación de Hobbes, Oakeshott destaca el escepticismo de la razón clásica, la importancia de la individualidad y su concepción de la sociedad civil. Este énfasis hace que Leviatán sea un texto amigable para los defensores de la libertad. Oakeshott llega incluso a afirmar que "Hobbes, sin ser él mismo un liberal, tenía en sí más de la filosofía del liberalismo que la mayoría de sus defensores profesos".

El voceo de la ley: esta expresión se refiere a la constante politización de todos los aspectos de la conducta humana que socava la libertad del individuo a través de leyes y reglamentaciones gubernamentales, escribe Ojel L. Rodríguez Burgos. (Shutterstock)

La afirmación de Oakeshott sobre Hobbes puede ser enmarcada de diferentes maneras, pero me parece que la más relevante es su concepto de la libertad. Para Hobbes, la libertad es el silencio de la ley, en donde el individuo goza de su mayor libertad cuando no hay una ley previniendo sus acciones. Este concepto de libertad en el marco de Hobbes revela dos puntos importantes: primero, que el individuo no puede gozar de su libertad, si no está condicionada por la existencia de un estado de derecho; y segundo, que el Estado no tiene la capacidad de imponer su poder coercitivo sobre la totalidad de la conducta humana.

Al utilizar el concepto de libertad de Hobbes para examinar el estado actual de la libertad y las políticas públicas en Puerto Rico, se podría argumentar que es necesario adoptar una nueva expresión: el voceo de la ley. Esta expresión se refiere a la constante politización de todos los aspectos de la conducta humana que socava la libertad del individuo a través de leyes y reglamentaciones gubernamentales, en lugar de tener un gobierno que mantenga las condiciones mediante las cuales los individuos puedan perseguir su felicidad e identidad moral guiado por el silencio de la ley. La situación actual implica que el gobierno abruma a los ciudadanos con una abundancia de regulaciones y leyes.

Un ejemplo reciente del voceo de la ley se encuentra en el proyecto de la Cámara de Representantes número 57 presentado por el representante José «Conny» Varela. Esta medida buscaba requerir que los centros de nutrición contaran con un nutricionista licenciado para ofrecer sus servicios en la lucha «científica» contra la obesidad. Aunque el proyecto fue aprobado en la Cámara de Representantes, encontró obstáculos en el proceso legislativo del Senado. Al descartar los posibles intereses de las partes involucradas, podemos observar cómo la intención de abordar el problema de la obesidad se utiliza como justificación para la acción gubernamental.

La intención de abordar un problema como justificación para la acción gubernamental se basa en la creencia de que, a través de la intervención del gobierno, podemos resolver todos los problemas que nos afectan. En consecuencia, esto crea una mentalidad política de identificar problemas en la sociedad y moralizar sobre ellos, con el fin de crear las condiciones que permitan la intervención gubernamental. El voceo de la ley es el resultado de esta creencia y mentalidad política que percibe al gobierno como el solucionador de todos los problemas que surgen en una sociedad de individualistas.

Resulta preocupante que en Puerto Rico estemos siendo testigos del voceo de la ley, ya que nuestra tradición de libertad occidental se fundamenta en la capacidad de perseguir nuestros deseos y nuestra identidad moral dentro de un estado de derecho. Este estado de derecho tiene como objetivo crear las condiciones que permitan a los individuos perseguir sus fines autoelegidos. En efecto, la ley y la autoridad que emana de ella establecen prohibiciones, pero son prohibiciones que no indican qué fines debe escoger el individuo ni limitan la posibilidad de perseguirlos mediante otros métodos.

La ley solo establece las restricciones sobre lo que no podemos hacer en nuestra búsqueda de esos fines. El voceo de la ley, en cambio, difiere de esta tradición, ya que busca politizar todos los aspectos de la conducta humana. En este enfoque, la ley se convierte en una serie de mandatos que dictan los fines que debe perseguir el individuo y los métodos que debe emplear para lograrlos. Esta perspectiva hace que el voceo de la ley sea incompatible con nuestra tradición de libertad y la sociedad moderna de individualistas que valoramos.

Si deseamos recuperar el silencio de la ley en nuestra sociedad, debemos rechazar la visión predominante que influye en muchos de nuestros líderes políticos: la creencia de que pueden corregir todas las imperfecciones sociales a través de la intervención gubernamental. A pesar de los evidentes fracasos de las políticas públicas basadas en esta creencia, la misma persiste y alimenta aún más el voceo de la ley, que día a día erosiona nuestra libertad individual.

Ojel L. Rodríguez Burgos es profesor de relaciones internacionales en la Universidad Sagrado Corazón en Puerto Rico y estudiante de doctorado en la Escuela de Relaciones Internacionales de St. Andrews University. Sus comentarios políticos han aparecido en The Hill, The Washington Examiner y Forbes. Síguelo en Twitter: @ojelrodriguez.

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