Camino de servidumbre cumple 80 años


Ojel L. Rodríguez Burgos

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Cuenta una famosa anécdota que, durante una reunión de política pública del Partido Conservador del Reino Unido, Margaret Thatcher sacó un libro de su bolso, lo golpeó contra la mesa y declaró: “Esto es lo que creemos”. El libro era The Constitution of Liberty de Friedrich August von Hayek, considerado su magnum opus y el desarrollo más completo de su defensa del valor de la libertad del individuo; sin embargo, esta obra no es la que llevó a Hayek a ser reconocido como uno de los defensores más importantes de la libertad en el siglo XX. La obra que merece ese título es un pequeño libro publicado durante los años 40 titulado Camino de servidumbre.

La ruta hacia Camino de servidumbre

El camino hacia Camino de servidumbre fue largo para el economista nacido en 1899, en Viena. Comenzó con sus estudios en la Universidad de Viena, donde obtuvo doctorados en leyes y ciencia política. En esta universidad Hayek fue expuesto a pensadores de la escuela austriaca de economía como Carl Menger y Ludwig von Mises. Estas influencias solidificaron su pensamiento a favor de la libertad individual y económica. Más allá de estos influjos académicos, la experiencia de Hayek en la Austria de la posguerra, marcada por problemas económicos y una alta inflación, fortaleció su oposición a la intervención excesiva e incluso en muchos casos innecesaria del Estado en la economía (Caldwell & Klausinger, 2023).

Hayek comenzó una carrera académica que eventualmente lo llevó, en la década de 1930, a aceptar una invitación de Lionel Robbins a unirse a The London School of Economics and Political Science (LSE). Esta institución universitaria fundada por socialistas fabianos tenía una tradición de libre mercado, especialmente en el departamento de economía dirigido por Robbins. En la LSE, Hayek comenzó a notar un creciente descontento con el libre mercado, una insatisfacción que se había gestado a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando el liberalismo moderno comenzó a percibir la necesidad causada por la pobreza como su preocupación principal. Este descontento se intensificó con la Gran Depresión, cuando muchos culparon al capitalismo de libre mercado y comenzaron a ver la intervención considerable del Estado en la economía y el socialismo como alternativas (Caldwell & Klausinger, 2023).

Dentro del campo económico intelectual surgieron diversas respuestas a la Gran Depresión, pero una figura destacó especialmente: John Maynard Keynes. Para Keynes, la solución no podía provenir del mercado, ya que este era inherentemente inestable. En su lugar, consideraba que la respuesta debía venir de la intervención del Estado a través de políticas fiscales y monetarias, con el fin de estimular la demanda agregada, combatir el desempleo y estabilizar el ciclo económico. Hayek pensaba que las ideas de Keynes, en lugar de resolver la situación, la empeorarían; y argumentaba que estas intervenciones distorsionarían las señales del mercado, lo que resultaría en inestabilidad económica e inflación (Caldwell & Klausinger, 2023).

El debate entre los economistas aliados con las visiones de Hayek y Keynes dominó la conversación intelectual económica durante la década de 1930. A diferencia de Keynes, Hayek mostró poco interés en debatir con los seguidores del primero e incluso llegó a abstenerse públicamente de responder a la obra maestra de Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), un error que más tarde admitió (Caldwell & Klausinger, 2023). Durante la Segunda Guerra Mundial, Hayek comenzó a notar un creciente interés en el socialismo que se extendía, a gran escala, en movimientos hacia el colectivismo y la planificación central en las sociedades occidentales. Percibiendo esto como una amenaza junto al creciente argumento de que el desarrollo del fascismo era una respuesta a la crisis del capitalismo, Hayek dio origen a Camino de servidumbre (1944).

El problema con la planificación central

La tesis central del libro es la incompatibilidad de la planificación central de la economía y una sociedad de individuos libres. Hayek sostiene que la planificación central es un error y un peligro que conduce a la sociedad por el camino hacia el totalitarismo. Su argumento contra la planificación central se basa en varios componentes importantes. En primer lugar, el componente epistemológico señala que en la economía existe un conocimiento disperso y cada agente posee un conocimiento distintivo basado en sus circunstancias particulares y experiencias. La implicación de este argumento es que para el planificador central sería imposible recopilar y procesar toda la información económica. Como resultado, el planificador no tendría acceso a las señales inherentes del mercado y no podría asegurarse de asignar los recursos de manera eficiente. Esta falta de acceso al conocimiento disperso llevaría inevitablemente a decisiones erróneas y a una asignación ineficiente de los recursos, lo que perjudicaría la libertad individual y socavaría los fundamentos de una sociedad libre.

La pregunta que surge es si el planificador, en nuestro caso el Estado, no puede tener acceso absoluto al conocimiento económico, tal como lo explica Hayek, ¿cómo es entonces posible que funcione el sistema económico ordenado en el cual interactuamos? La respuesta radica, según el segundo componente del argumento de Hayek, en el concepto del orden espontáneo. Para Hayek, el orden en la sociedad surge de forma espontánea dentro de las interacciones entre los agentes económicos que persiguen sus propios intereses; y este orden es lo que caracteriza a una sociedad libre y próspera, ya que permite una coordinación y asignación más efectiva de los recursos. Esta idea significa que una sociedad no puede diseñarse o dirigirse eficazmente debido a la limitación del conocimiento por parte del planificador. Incluso si el planificador tuviera acceso a toda la información, aún violaría la libertad del individuo al intentar imponer sus decisiones sobre la sociedad.

El tercer componente del argumento de Hayek es una crítica democrática a la planificación, basado en que “la voluntad de una pequeña minoría se imponga a todos” (2008, p. 92). Esto significa que el poder político está concentrado en manos de los planificadores suprimiendo así la pluralidad de opiniones. Entonces, la democracia del mercado, en la que se refleja la pluralidad de deseos y necesidades de todos los agentes, es reemplazada por el ideal del planificador. Además, se podría argumentar que la planificación central suprime la política misma, ya que esta práctica humana, llena de conflictos y desacuerdos, es inherentemente mortal para el proyecto del planificador.

El cuarto componente del argumento de Hayek  es que la planificación central trata al individuo como “un simple medio, utilizado por la autoridad en servicio de abstracciones tales como el ‘bienestar social’ o el ‘bien común’” (2008, p. 109); es decir, que el planificador no trata al individuo como un fin en sí mismo, con su propia felicidad, deseos e identidad moral, sino como un instrumento para lograr el objetivo colectivo determinado por el planificador, aunque el individuo esté en contra del objetivo. Es esto por lo que el planificador necesita recurrir al uso coercitivo del Estado para implementar su plan, violando así la libertad individual.

El rol del gobierno

Hayek vio problemas serios en la planificación central y la intervención excesiva del gobierno en la economía; no obstante, él no era un anarcocapitalista.

El uso eficaz de la competencia como principio de organización social excluye ciertos tipos de interferencia coercitiva en la vida económica, pero admite otros que a veces pueden ayudar muy considerablemente a su operación e incluso requiere ciertas formas de intervención oficial. (2008, p. 71)

La admisión de que existe un área legítima en la que el Estado puede intervenir apunta a las dos maneras identificadas por Hayek, en las que el Estado actúa dentro del mercado. Primero, está el Estado regulador, que crea un marco dentro del cual los agentes van a interactuar entre sí, conocido como el Estado de derecho. Igualmente, Hayek resalta la compatibilidad de regulaciones para restringir métodos de producción, siempre y cuando sean aplicadas de manera equitativa y no afecten las señales del mercado, como los precios y las cantidades de productos accesibles en la economía.

Segundo, Hayek reconoce el estado benefactor, en donde existe espacio para crear una red social.

No hay motivo para que una sociedad que ha alcanzado un nivel general de riqueza como el de la nuestra, no pueda garantizar a todos esa primera clase de seguridad sin poner en peligro la libertad general . . . es indudable que un mínimo de alimento, albergue y vestido, suficiente para preservar la salud y la capacidad de trabajo, puede asegurarse a todos. (2008, p. 124)

Este reconocimiento por parte de Hayek apunta a que el gobierno puede, de manera limitada y descentralizada, mitigar la pobreza extrema u otros problemas extremos que surjan dentro de la vida moderna de los individualistas. La incorporación de una red social, aunque limitada y descentralizada, sugiere que hay áreas donde existe legitimidad para la acción colectiva sin violar la libertad del individuo. Para Hayek, lo crucial en la creación de esta red social es el método que utilice el gobierno para lograrlo. Si el método implica el uso coercitivo del Estado, prohíbe alternativas para los individuos, es altamente centralizado o está guiado por un plan, entre otros aspectos, entonces la red que se crea representa un peligro para la libertad humana. Esta visión de Hayek va en contra de la caricatura que se hace a quienes creemos en la libertad económica, de que no nos importan las personas en nuestra sociedad que están en problemas o en pobreza extrema.

Aunque reconoció que el Estado puede intervenir de forma limitada en el mercado, para Hayek todo esto debe estar enmarcado en un Estado de derecho. Este argumenta que

bajo la supremacía de la ley le está prohibido al Estado paralizar por una acción ad hoc los esfuerzos individuales. Dentro de las reglas del juego conocidas, el individuo es libre para procurarse sus fines y deseos personales, seguro de que los poderes del Estado no se usarán deliberadamente para frustrar sus esfuerzos. (2008, p. 94)

Para Hayek, el rol del gobierno no es guiar o dirigir al individuo hacia un ideal teleocrático; el individuo es libre de perseguir sus propios deseos y felicidad. Los críticos de esta visión impersonal y neutral del Estado argumentan que, para lograr el mundo deseado, el gobierno debe perseguir un ideal teleocrático. Incluso, los ideólogos de dicha visión sostienen que la neutralidad del Estado es una farsa y que el Estado tiene el propósito de preservar lo que consideran el sistema opresivo de la modernidad con su forma de vida individualista. El valor de Hayek no solo radica en resaltar el fracaso de estos planes, sino en entender que su verdadero objetivo es la libertad individual; y ahí está el peligro de las ideas del planificador.

La continua relevancia de Camino de servidumbre

El mundo del totalitarismo del comunismo y el fascismo que dominó gran parte de la vida de Hayek ahora es un pasado distante; sin embargo, si Hayek estuviera examinando la contemporaneidad, después de tantos años combatiendo el socialismo, la planificación y el colectivismo, podría estar desilusionado al ver la prevalencia de estas ideas en nuestro mundo. La posible desilusión de Hayek se debería a que quizás nunca comprendió que la política es una conversación en la que las tres grandes tradiciones doctrinales de Occidente —liberalismo, conservadurismo y socialismo— no poseen verdades indiscutibles sobre cuestiones políticas. En esa conversación, cada una de estas doctrinas tiene algo que aportar; y, por eso, aunque se refuten o se evidencien los problemas del socialismo, continuará presente.

A 80 años de su publicación, Camino de servidumbre sigue siendo relevante para nosotros. Esta relevancia consiste, en primer lugar, en proporcionarnos argumentos para objetar los sueños de los planificadores modernos, quienes creen que pueden recrear la utopía en la tierra y terminan creando desastres sobre los cuales debemos recoger los pedazos de sus brillantes ideas; y, en segundo lugar, en inspirar a los defensores de la libertad económica y a los formuladores de políticas públicas para que se sumen a la lucha por estas ideas y logren las victorias necesarias para preservar la libertad que aún nos queda.

Finalmente, y quizás lo más importante, la libertad que disfrutamos en occidente está fundamentada en unas condiciones de suma importancia que Hayek resumió:

independencia y confianza en sí mismo, iniciativa individual y responsabilidad local, eficaz predilección por la actividad voluntaria, consideración hacia el prójimo y tolerancia para lo diferente y lo extraño, respeto de la costumbre y la tradición y un sano recelo del poder y la autoridad. (2008, p. 184)

Hayek comprendió que la libertad del individuo occidental y las condiciones que la sostienen son la fuente del desarrollo, la innovación, el emprendimiento, la riqueza, la diversidad y la emoción que caracterizan a nuestra sociedad moderna. Hayek no salvó al mundo del socialismo —una ambición fuera de su alcance—; sin embargo, el legado de Camino de servidumbre es proporcionarnos las herramientas intelectuales, para combatir a quienes desean enterrar y olvidar la individualidad del ser humano en el sueño del planificador de salvar al mundo.

Referencias

Caldwell, B., & Klausinger, H. (2023). Hayek. University of Chicago Press.
Hayek, F. A. (2008). Camino de servidumbre. Textos y documentos. Unión Editorial.

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