El capital humano es el activo más importante de cualquier empresa. No importa el sector económico donde el comerciante, empresario, emprendedor, industrial, y/o dueño opere, no habrá éxito económico para esa empresa si no reconoce y acepta como regla absoluta la primera oración. El empleado va por encima de los clientes. A veces por encima del mismo empresario.
Las empresas exitosas invierten en su recurso humano continuamente como parte de su planificación y proyección. Cabe destacar que no sólo invierten en el desarrollo profesional, adiestramiento, aprendizaje de nuevas destrezas y educación continua, sino que también invierten en el bienestar y la salud tanto del empleado como de su familia. Más aún, en un ambiente competitivo laboral, los comercios luchan por ese capital humano ofreciendo mejor paga, añadiendo beneficios marginales y otros componentes de compensación para retener y atraer el talento necesario. Para las empresas exitosas esta dinámica es parte continua de su presupuesto y decisiones de negocio.
Debemos aspirar a tener un mercado laboral flexible y fluido, que permita sin restricción que las empresas compitan y luchen por retener ese capital humano con la mínima intervención del estado, escribe Ramón Pérez Blanco. (Shutterstock)
Lo anterior dicho está en constante contraposición de ciertos discursos públicos. En nuestra isla algunos viven convencidos que sin la intervención del estado “defensor” los comercios en Puerto Rico operarían todavía como el patrono ausente de la época de la caña de azúcar. Hemos llevado el marco regulatorio laboral a tal nivel que Puerto Rico tiene las disposiciones laborales más onerosas de cualquier jurisdicción en Estados Unidos, restándole competitividad y flexibilidad al sector privado.
En las empresas locales, ya nos hemos acostumbrado y manejamos como mejor podemos nuestro esquema laboral excesivo, pero lamentablemente el discurso del “patrono vs. empleado” no cesa. Siempre hay múltiples proyectos legislativos en trámite para hacerlo más complicado y costoso. Incorrectamente convencidos de que haciendo algo más difícil obtendrán aumento de lo que todos debemos querer, más trabajos mejores remunerados y más del tipo de patrono que reconoce y valida lo que describo arriba.
Debemos aspirar a tener un mercado laboral flexible y fluido. Que permita sin restricción que las empresas compitan y luchen por retener ese capital humano con la mínima intervención del estado. En un mercado altamente competitivo, el empleado que se encuentre dentro de una empresa que no cumple con sus expectativas, por las razones que sean, tendrá a su disposición opciones para escoger. Ya es hora de cambiar el discurso y desistir de seguir sobre-reglamentando nuestro mercado laboral.
Este artículo fue publicado originalmente en El Nuevo Dia.