Reforma laboral: espesando la burocracia

El problema con la ley de reforma laboral que acaba de firmar el gobernador es que, por más beneficios que ofrezca la empresa privada, nunca podrá competir con las grandes ventajas que representa la economía informal, las cuales, combinadas con las subvenciones federales, hacen mucho más atractivo mantenerse al margen.

A los que ya están trabajando como empleados regulares de una empresa, obviamente les favorecen los cambios decretados por la Ley 41. Pero por lo demás, es falso que vaya a atraer miles de obreros que mitiguen la escasez de mano de obra.

Labor reform: thickening the bureaucracy

El problema con la ley de reforma laboral que acaba de firmar el gobernador es que, por más beneficios que ofrezca la empresa privada, nunca podrá competir con las grandes ventajas que representa la economía informal, de acuerdo con Mayra Montero. (Xavier Araujo)

Olvídense de que se reduzcan de 130 a 115 las horas mensuales que necesita trabajar un empleado para acumular licencia de vacaciones o enfermedad. Eso no les va a mover ni un pelo a los que se defienden solos en la calle, bien sea en trabajos de naturaleza legal —relativamente, porque no le rinden cuenta al Estado— o en misiones de índole criminal, que hay muchas y muy bien pagadas.

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¿Qué le puede importar a nadie que viva cómodamente trabajando a su conveniencia, sin jefe ni horarios, y recibiendo ayudas del gobierno (engrosando, de paso, las estadísticas oficiales del umbral de pobreza) que el período probatorio en vez de ser de nueve meses sea de tres?

¿Qué le puede importar si el bono de Navidad es del seis o del diez por ciento, y si es elegible con 700 o 900 horas?

El grado de enajenación en la Legislatura y la demagogia del gobernador llegan al punto de ignorar cuestiones tan básicas como que, para los que no se han integrado a la corriente laboral formal, ni siquiera resulta un incentivo el beneficio del plan médico.

En Irlanda, por ejemplo, las empresas conquistan y se “roban” unas a otras a los empleados calificados, a base, principalmente, de los beneficios del seguro médico. Aquí existe la Reforma o el Plan Vital, así que el cuidado sanitario no es precisamente un gancho para ir a buscar trabajo en ninguna empresa. De otro lado, miles de personas cobran por sus servicios en efectivo, y lo que menos quieren es convertirse en empleados de nómina, para tener que rendir planillas y declarar el mismo dinero que ahora perciben por la izquierda.

Insisto: el problema es la economía informal y las subvenciones, no lo que ofrezca o deje de ofrecer la empresa privada, que en esa liga siempre se va a quedar atrás.

No van a llegar en masa los aspirantes a trabajos de ocho horas en una ferretería, en una empresa agrícola, en un supermercado, o un establecimiento de comida rápida. El argumento del gobernador, y de los legisladores que impulsaron la ley, de que la gente se va a ilusionar muchísimo por el aumento en las mesadas, de acuerdo con los años que hayan trabajado, les resbala a los que se ganan el doble con mínimo esfuerzo, o a veces con bastante esfuerzo, pero por debajo del radar de Hacienda.

Ya dije que los que se benefician en realidad son los que ya están empleados. La empresa privada, y esto lo añado a plena conciencia, no puede competir tampoco con el dineral que anda corriendo por doquier producto del lavado de dinero. Creer que esa reforma resuelve el problema de la mano de obra es una reducción temeraria, enajenada, distanciada del fenómeno del mundo paralelo.

Lo que sí va a ocurrir, anótenlo, es que los empresarios, grandes o pequeños; los comerciantes que de un modo u otro se verán afectados, le van a pasar el golpe al consumidor. De eso no se habla. No lo mencionó el gobernador en su “vibrante” alocución al firmar la ley. Pero es algo que no podrá evitar. El aumento en la mesada, en el bono de Navidad o lo que sea, lo vamos a pagar los consumidores en la lata de salchichas.

Fíjense que no hablo de lo que decida la Junta Fiscal, porque independientemente de eso, las enmiendas de la nueva ley contienen una semilla de tensión entre empleados y empleadores. Cuando el dueño de una mueblería sepa que tiene que ir al Departamento del Trabajo, buscar abogado y explicar las razones por las que despidió a un empleado que maltrató a un cliente (al que le dijo, por ejemplo, “Si vio este sofá más barato en tal lugar, vaya y cómprelo allá”), pues tirará la toalla, no sé en qué forma, pero la tirará.

La reforma laboral, en suma, es un espesante de la burocracia, y no toma en cuenta la subterránea y poderosa realidad.

Esta pieza fue originalmente publicada en El Nuevo Dia 

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