Foto: The Azel Perspective
El capitalismo puede definirse, como hizo Carl Marx, por su sistema laboral, en el que los trabajadores no son propietarios de sus propios medios de producción. También puede definirse por el "mercado" metafórico en el que tiene lugar la compraventa, o por la propiedad privada de los medios de producción en lugar de la propiedad gubernamental. Pero mi interés aquí es describir el capitalismo como una actitud. Es decir, como un estado mental que vincula a una persona con una proposición. Consideremos:
Cuando un socialista ve una casa lujosa y cara, la reacción puede ser de disgusto - "A nadie se le debería permitir vivir así", o quizás de envidia - "Si yo no puedo vivir así, nadie debería vivir así". En cambio, alguien con una actitud capitalista podría pensar: "Todo el mundo debería tener la oportunidad de trabajar para comprarse una casa así".
El capitalismo también expresa la voluntad de asumir riesgos empresariales. Una pieza central del capitalismo es la sociedad anónima moderna, que facilita, mediante la venta de acciones al público, la concentración de grandes sumas de capital en apoyo de una idea emprendedora. Sin esta capacidad de concentrar capital, las economías nacionales se ven limitadas a empresas de pequeña escala, o a depender del gobierno para operaciones empresariales que requieren grandes sumas de capital.
Los críticos de las corporaciones empresariales señalan la difusión de la responsabilidad entre los gestores profesionales, los directores y los accionistas como un defecto fatal de las corporaciones. Sin embargo, las alternativas son ser una economía primitiva, o dejar que el gobierno asuma todas las actividades empresariales que requieren grandes sumas de capital. Esto implica una difusión aún mayor de las responsabilidades y la ineficacia. ¿Por qué entonces algunos, y en particular los jóvenes, parecen odiar tanto el capitalismo?
Las encuestas de opinión sugieren que los jóvenes no tienen una buena opinión del capitalismo. Una encuesta realizada en 2016 por la Universidad de Harvard entre jóvenes de 18 a 29 años reveló que el 51% de los encuestados no apoya el capitalismo. Otra encuesta, realizada por YouGov, reveló que el 44% de los millennials estadounidenses preferiría vivir en un país socialista, frente al 42% que preferiría vivir en un país capitalista. Estas actitudes suscitan la pregunta: Si a los jóvenes les disgusta tanto el gobierno, ¿por qué quieren más de él en forma de un mayor control gubernamental de nuestras vidas económicas?
Una conclusión fácil sería hacernos eco de la sentencia atribuida a Winston Churchill de que: "Si un hombre no es socialista a los 20 años, es que no tiene corazón. Si no es conservador a los 40, no tiene cerebro".
Pero hay algo más en esta actitud sobre el capitalismo, y los resultados de estas encuestas son difíciles de interpretar porque el capitalismo puede significar cosas distintas para personas distintas. Además, esta actitud negativa no es exclusiva de la juventud actual. En todas las generaciones, los jóvenes han mostrado menos apoyo a los sistemas políticos y económicos oficiales que sus mayores. También está claro que tienden a cambiar esas opiniones a medida que envejecen.
La mayoría de las objeciones juveniles parecen dirigidas al capitalismo de amiguetes, en el que las empresas prosperan, no como resultado de la asunción de riesgos, sino a través de un nexo entre la clase empresarial y la clase política; o a situaciones en las que el poder del Estado se utiliza para suprimir la auténtica competencia. Todos deberíamos compartir ese disgusto.
Curiosamente, en las encuestas de seguimiento, los jóvenes participantes se mostraron muy a favor de ideas como las empresas propiedad de los empleados y los planes de reparto de ganancias, en lugar de abogar por la propiedad estatal de las empresas. Son ideas capitalistas utilizadas por las empresas modernas para mejorar la rentabilidad.
La juventud de hoy rechaza el capitalismo sin una idea clara de lo que debería sustituirlo. Cuando se desgranan intelectualmente las ideas de los jóvenes manifestantes, en realidad quieren más capitalismo, no menos. Las preocupaciones de los millennials que protestan están relacionadas sobre todo con la equidad, y no con una creencia ideológica en la propiedad estatal de los medios de producción.
Los jóvenes son inflexibles en cuanto al control de sus actividades. No están a favor de una fuerte presencia del gobierno en sus vidas personales. Son actitudes capitalistas. Estos jóvenes manifestantes son capitalistas; sólo que aún no lo saben.
Esta pieza fue publicada originalmente en Ingles en The Azel Perspective.