Foto: Boletín informativo A fin de Cuentas de El Nuevo Día, autora Joanisabel Gonzalez, Editora de Negocios.
Luego de leer el informe Los Impuestos en Puerto Rico: Estructura, carga tributaria y comparación con Estados Unidos, publicado esta semana por el Instituto de Libertad Económica (ILE), me pregunto qué exactamente hemos logrado con tantos entuertos al sistema impositivo del país, colonia, territorio –llámele como quiera- que no sea engrosar las arcas públicas para, a cambio, recibir menos, una y otra vez.
He escrito en una que otra ocasión, que nuestra historia individual y colectiva, es una especie de faena para compensar los muchos desaires institucionales que hemos recibido. Si no se tiene una buena escuela pública cerca, se recurre al colegio; a falta de agua, una cisterna; si hay inseguridad, se compensa con rejas, alarmas, cámaras y armas de fuego…
En la casa, en el salón de belleza, en la farmacéutica o el supermercado, se trata de una carga con la que se sobrevive, pero que harta cuando lees que el 62% de los ingresos que recibe el gobierno por concepto de contribución sobre ingresos proviene de apenas el 7% de los contribuyentes que reportan ingresos de sobre $100,000. O cuando lees que cuatro de cada 10 contribuyentes no pagaron un centavo al fisco por igual concepto. Debe incomodar a más de uno saber que la obligación contributiva de las corporaciones en Puerto Rico es 4.4 veces más alta en la isla que en múltiples estados de Estados Unidos.
Llama la atención que, en una jurisdicción donde se juega políticamente con el tema de la tributación federal, el estudio realizado por el economista Edwin Ríos y el investigador Angel Carrión Tavárez concluye que por cada $1 que pagamos en impuestos municipales o locales, pagamos $2.23 en impuestos federales, en la forma de aportaciones a programas como el Seguro Social, pero también por otras vías como el pago de aduanas y aranceles.
Todo eso y más se encuentra en el análisis del ILE que reseñamos hoy.
A menudo, olvidamos que los recursos que dedicamos a ese sistema dual –es decir, lo que tenemos que hacer para asegurar una vida o una operación más o menos razonable y lo que pagamos al estado- y que hemos aceptado en Puerto Rico son una especie de oportunidad perdida.
¿Cuántos empleos más pudieron crearse, cuánto progreso habrían alcanzado las familias si el dinero que dedican a mantener una luz encedida se hubiera dirigido a la salud o la educación?
Debe notarse que el ejercicio del ILE se centra en impuestos estatales y locales o municipales, y en muchos estados, la contribución sobre ingresos es una fuente de recaudos del gobierno federal. En otras jurisdicciones, recuerda el informe, se depende más de los impuestos sobre la propiedad que en Puerto Rico.
Lo interesante es que cuando se aplica la misma vara, “la carga tributaria de impuestos estatales y locales de Puerto Rico, ya sea medida por el Producto Interno Bruto (PIB) o por el Producto Nacional Bruto (PNB), es más alta que la de los 50 estados” y eso es lo que no debe olvidarse. En relación al PIB, esa carga ronda 13.6% y en relación al PNB, alcanza 17.3%. ¿Qué Puerto Rico tendríamos si el dinero que pagamos al erario se utilizara mejor?
A menudo, los estudios efectuados en Puerto Rico para modificar el sistema contributivo se centran en allegar dinero al fisco o en dar a unos para quitar a otros. En la era pos Junta de Supervisión Fiscal (JSF), domina el “revenue neutral”. El ejercicio del ILE analiza el sistema contributivo desde la óptica de quien paga los impuestos: usted y yo.
Tal vez, el Comité de Reforma Contributiva –que en el mayor secreto, ha trabajado por meses en una nueva receta para Puerto Rico- podría echarle un vistazo.
Este artículo fue publicado originalmente por el boletín informativo A fin de Cuentas de El Nuevo Día.
